Mientras se prepara para hacer su compromiso perpetuo con la misión de las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor, la Hna. Nelly Ortega, de Honduras, comparte con nosotros algo de su camino vocacional.

Bueno, mi vocación nace después de una fuerte experiencia y cercanía con Dios.

Nací en un hogar de padres muy católicos en la Aldea Germania al sur de la capital. Desde que tuve uso de razón, en la aldea donde crecí, mi abuela materna era la que nos acompañaba y formaba en la catequesis para prepararnos en los sacramentos.

En mi casa somos 11 hermanos: 7 varones y 4 mujeres, yo soy la menor. Mi abuelita preparó a mis 10 hermanos para su primera comunión y confirmación. Es muy curioso que yo, por ser la menor, me consentían mucho y a mí muy poco me gustaba asistir a la formación con mi abuela, porque ella era muy exigente.

Pasó el tiempo y en 1990, cuando tenía 10 años, las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor, que tenían sus apostolados en las cárceles, dejaron las cárceles y se trasladaron a la aldea donde yo vivía con mis padres y mis hermanos.

Fui aprendiendo a conocer a estas mujeres maravillosas. Su trabajo con los niños, jóvenes y mujeres fue llamando mi atención. Comencé a visitarlas con mis primas y vecinas de mi misma edad y ahí sí, las hermanas me prepararon para mi Primera Comunión y luego para mi Confirmación.

Nos enseñaban a rezar, cantar (formé parte del coro de niños), repostería (aprendí a hacer pan, queques, manualidades). Fue una de las etapas más hermosas de mi vida. Yo iba a la escuela de la aldea por las mañanas y esperaba con ansias las tardes para ir donde las hermanas para aprender muchas cosas nuevas que fueron preparando mi camino y mi vocación.

Después de un tiempo formé parte del Grupo juvenil y a mis 18 años sentí mi primer llamado, pero quise evadir la voz del Señor y me dediqué a estudiar en la universidad, trabajé durante 11 años, fui evangelizadora, teníamos pequeños grupos de 5 o 10 familias que visitábamos semanalmente para compartir la palabra de Dios y así me iba comprometiendo, pero tratando de no ir más allá de mi vocación.

Durante 15 años ingresé como Asociada Laica del Buen Pastor, lo que hoy conocemos como Partner en la misión. El Señor Jesús nunca se cansó de llamarme; siempre estaba esa llamita de fuego en mi corazón; ardía levemente, pero seguía encendida. Yo me había conformado con lo poco de tiempo que le daba al Señor en mi trabajo pastoral con las familias y los niños en la catequesis.

Fue en el año 2015, después de una Eucaristía, donde sentí muy fuerte la voz del Señor, a través de la 1ra Carta de San Pablo a los Corintios 7,34, donde dice que la mujer soltera y joven sin casarse se preocupa por servir al Señor y nos decía el sacerdote en la prédica que este servicio se da sirviendo a nuestros/as hermanos/as más necesitadosEn cierta manera yo ya lo hacía, pero como el Señor se vale de todo, sentí en ese momento que quería más de mí. Ya no solo quería que fuera catequista o evangelizadora.

Recuerdo que ese día me sentí muy inquieta; fui a conversar con la hermana que me acompañaba espiritualmente. Ella me dijo que discerniera y desde ahí comencé este camino, el cual ha sido de muchas alegrías, dificultades, crecimiento personal, cruces, gracias… donde cada vez reafirmo mi llamado y mi vocación.

Dios mediante, el próximo año 2025, si el Señor y la Congregación me lo permiten, estaré haciendomis Votos Perpetuos de entrega total al Señor que me amó y llamó.