Animados por nuestra comprensión evolutiva del amor de Dios, tratamos de crear comunidades vivificantes de acogida e inclusión, tendiendo la mano para construir y mantener relaciones de solidaridad con las madres solteras, las mujeres y los niños que sufren abusos, las mujeres en situación de prostitución, las personas sin hogar, las víctimas de la trata, los presos, los emigrantes, los desplazados, los refugiados, los solicitantes de asilo, las personas que viven con el VIH/SIDA, los jóvenes con dificultades y en situación de riesgo, las personas en situación de marginación y pobreza y muchos otros.

Hoy, nuestro cuarto voto de Celo nos llama a responder a nuestro mundo en rápida transformación y a las realidades globales que nos apremian, desafiando las estructuras y sistemas opresivos e injustos que amenazan el florecimiento de la humanidad y la integridad de toda la creación. La labor de nuestra misión global involucra a los participantes en los programas a través de las numerosas actividades que realizamos para ayudarles a desarrollar su potencial personal y transformar sus vidas. Estas actividades incluyen servicios de salud, educación, formación profesional, capacitación, instalaciones residenciales, proyectos de microfinanciación, programas de desarrollo comunitario, programas para supervivientes de la violencia doméstica y la explotación, y muchos otros.

El compromiso con la oración de nuestras hermanas, que viven un estilo de vida contemplativo, sostiene y fortalece la misión de las hermanas apostólicas y de los partners en la misión, creando un equilibrio espiritual que nutre tanto a la comunidad como a la sociedad en general. Su influencia trasciende las fronteras físicas, llegando a lugares que de otro modo nunca podrían alcanzar, aportando un aspecto esencial a la labor misionera y caritativa de la comunidad.