Arraigados en el amor: El ritmo de la vida contemplativa

Arraigados en el amor: El ritmo de la vida contemplativa

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Arraigados en el amor: El ritmo de la vida contemplativa

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Por la hermana Lilly Devasia, Francia (Provincia de Europa – BFMN)

Existe un ritmo que en la oración infunde vida, un ritmo que profundiza la conciencia de la presencia de Dios en nuestras experiencias diarias. Con el tiempo, he descubierto que vivir en oración me ha convertido en un instrumento donde Dios mora, permitiéndome ver la presencia Divina en los demás y en mí misma. Este sentido de conexión se sustenta en una pasión compartida por el amor que nos impulsa a la vida, a la misión y a la comunidad. 

Al acercarse nuestra Congregación a la culminación del Año Jubilar del Bicentenario el 11 de noviembre de 2025, recordamos la extraordinaria Fundación que sentó hace 200 años Santa María Eufrasia. Su visión de un estilo de vida contemplativo creó un legado de servicio y oración que perdura hasta el día de hoy. Estableció un estilo de vida que prosperó gracias a la valentía, la fe y el amor inquebrantable por la llamada de Dios.

Este hito nos invita a reflexionar sobre nuestro camino colectivo y los profundos lazos de unidad que se han forjado a lo largo de generaciones. Lazos que tras años de colaboración y amistad condujeron a la trascendental reunificación de nuestras dos Congregaciones en 2014.

Desde entonces, he seguido siendo testigo de nuestra apertura a la integración y nuestra generosidad al ofrecer hospitalidad. En toda la Provincia y en los alrededores de la Congregación, hemos podido visitar diferentes comunidades, compartir historias, forjar relaciones y desarrollar una mayor apreciación de nuestra unidad en la diversidad (Const. 34).

Esto nos ofrece una perspectiva más global, fortaleciendo nuestro sentido de pertenencia y nuestro deseo de conocer mejor las realidades vividas de cada uno. Aunque estamos dispersos por diferentes partes del mundo, nos une la pasión compartida por quienes somos y lo que hacemos.

Crear redes y comunicarnos con Hermanas de todo el mundo, forjar amistades y crear círculos de oración para el apoyo mutuo nos ayuda a mantenernos conectadas y a fortalecer la calidad de nuestra interrelación como contemplativas en una Congregación Apostólica.

Vivir en la cotidianidad convierte la oración en una experiencia completamente nueva y hace que la vida sea cada vez más devota. Tenemos la profunda responsabilidad de llevar a la oración y la reflexión la calidad de nuestras vidas y nuestra misión. En comunidad, nos esforzamos por fomentar lo que da vida escuchándonos mutuamente, preparando la liturgia, haciendo las tareas del hogar, cocinando, cuidando el jardín y participando en otros eventos comunitarios.

Juntos, estamos aprendiendo a crear una cultura de escucha profunda y diálogo. Este diálogo contemplativo, arraigado en el silencio, nos permite experimentar un profundo estado de consciencia compartida al escuchar desde la plenitud de quienes somos, hablarnos con humildad y vulnerabilidad, y abrirnos a la transformación que nos brinda lo que escuchamos y experimentamos

Vivir mi vida diaria arraigada en el amor me da la esperanza de tener el poder de lograr mucho más de lo que podemos pedir o imaginar, dondequiera que esté y cualesquiera que sean mis actividades diarias.

Nuestros esfuerzos individuales y colectivos son necesarios para que podamos avanzar con paso firme, listos para avanzar y servir a los más necesitados de nuestra sociedad, con nuestro ser y nuestro hacer. Aceptar la vulnerabilidad propia y ajena es crucial para alcanzar la misión profética más allá de los límites.

Juntos, seguimos trabajando para mejorar la calidad de nuestro servicio y asegurar que el corazón del Buen Pastor se enaltezca con nuestra forma de vivir la vida al máximo.

Nuestro mayor deseo es conectarnos, buscando nuevas maneras de renovar, fortalecer y mantener nuestra vida contemplativa dentro de nuestra Congregación mientras avanzamos hacia la nueva estructura de gobierno con nuevas direcciones.

"Dios nos guía, a pesar de nuestras incertidumbres e indefiniciones, a pesar de nuestras fallas y errores. Dios nos guía paso a paso, de un acontecimiento a otro. Solo después, al repasar el camino recorrido y reconsiderar ciertos momentos importantes de nuestras vidas a la luz de todo lo que les ha sucedido, o al examinar todo el progreso de nuestras vidas, experimentamos la sensación de haber sido guiados sin saberlo, la sensación de que Dios nos ha guiado misteriosamente.” Paul Tournier

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