Por la Fundación Internacional del Buen Pastor

“Mi vida ha sido difícil, pero la esperanza, los sueños y la resiliencia me han impulsado a seguir adelante”.

Judith, de 24 años, vive en la ciudad de Sucre, Bolivia. Con fuerza interior, siempre ha mostrado optimismo y determinación, incluso en las circunstancias más difíciles. Desde muy joven, tuvo un objetivo claro: estudiar con ahínco y convertirse en una gran empresaria para ayudar a su madre a mantener a la familia, ya que vivían con muy pocos recursos y a menudo luchaban por llevar comida a la mesa.

Esa realidad la impulsó a soñar con un futuro diferente, uno al que pudiera contribuir y que aliviara la carga económica de su familia. Su deseo de estudiar fue un verdadero acto de amor hacia su madre y se basaba en la esperanza de ofrecerle a su familia una vida más digna. Una de sus mayores aspiraciones era comprarle a su madre una casita, un lugar propio donde pudieran vivir en paz y seguridad.

Para contribuir al sustento familiar, Judith decidió trabajar desde muy joven. Pero esta situación afectó su bienestar físico y emocional.Estaba agotada y no tenía tiempo suficiente para descansar ni concentrarse plenamente en sus estudios. Aunque no se quejaba y sentía que aportaba algo valioso a su familia, a menudo la invadía el miedo a no alcanzar sus sueños. Trabajar desde pequeña le robaba el tiempo y la energía que necesitaba para estudiar, haciéndole dudar si algún día se convertiría en la empresaria que tanto anhelaba ser.

Judith llevaba una carga que se agravó aún más cuando a su madre le diagnosticaron cáncer. Y el día que perdió a su madre, todo cambió. La fuerza y la motivación que la habían impulsado a seguir estudiando se desvanecieron. Sintió que su vida había perdido todo sentido. Recuerda estar sentada en su habitación, en silencio, con lágrimas en los ojos, preguntándose: "¿Para qué seguir si mi madre ya no está?"

La compañía y el consuelo de sus tías y primas fueron invaluables y la ayudaron a superar el abismo de la pérdida. Con la ayuda de una vecina, que conocía la difícil situación de su familia, también se unió al proyecto de apadrinamiento Chalice de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor. Desde el primer momento, fue acogida con cariño en un espacio seguro donde pudo ser escuchada, expresar abiertamente sus emociones y recibir el apoyo que tanto necesitaba.

El proyecto también le proporcionó educación, alimentación, atención médica y apoyo psicosocial, lo que alivió significativamente su carga diaria y le permitió concentrarse más en sus estudios. Participó en actividades de desarrollo personal y talleres de sensibilización que fortalecieron su autoestima y renovaron su motivación. Poco a poco, recuperó el sentido de la vida y decidió seguir luchando por sus sueños, con la fe de que su madre la vería alcanzarlos desde el cielo. Fue en ese momento que la desesperación dio paso a la esperanza y la pérdida se convirtió en su motor.

''A veces no elegimos lo que la vida nos da, pero sí podemos elegir no rendirnos y luchar por lo que soñamos.''

Hoy, Judith es miembro activo del grupo universitario Chalice y, durante un año, asumió el rol de líder, guiando con empatía y compromiso a otros jóvenes que enfrentan situaciones difíciles. Además, está a punto de graduarse en Administración de Empresas. Ha crecido enormemente, no solo académicamente, sino también como persona. Es una joven independiente, segura de sí misma y con una visión clara de su futuro.

Su día a día ahora se centra en terminar sus estudios, apoyar a otros jóvenes como ella y continuar su formación para alcanzar sus metas. El camino no fue fácil, pero ha demostrado que la perseverancia, acompañada de amor y apoyo, puede abrir nuevas puertas para un cambio transformador.

Este artículo fue publicado originalmente por GSIF aquí: www.gsif.it/storiesofchange/judith-bolivia

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