Era una mañana de viernes cualquiera hasta que, de repente, la hermana Nelly León Correa recibió un mensaje de WhatsApp de los Emiratos Árabes Unidos en el que se le pedía que participara en una reunión de Zoom.

El mensaje era de Mohamed Abdelsalam, Secretario General del Premio Zayed a la Fraternidad Humana, a quien había conocido en Abu Dhabi el año anterior. Durante la reunión, le habló de la ceremonia de entrega de premios y la invitó al acto. Sin embargo, no fue hasta el final de la conversación cuando le comunicó que había sido nombrada co-honorada del premio para 2024.

De pie en los deteriorados pasillos de la cárcel de mujeres de Santiago de Chile, lágrimas de alegría corrían por su rostro. "Allí estaba yo, en un pequeño rincón del mundo, y alguien de Oriente Medio reconoció la misión que llevamos a cabo aquí en la cárcel", describió la Hna. Nelly durante una entrevista con la Oficina de Comunicaciones de la Congregación en Roma.

El camino de la Hna. Nelly en la Congregación comenzó en 1982, cuando conoció a una novicia de Nuestra Senora de la Caridad del Buen Pastor le regaló un libro sobre la vida de Santa Maria Eurfasia. Cuando leí sobre su vida, ella dice, "me convencí de que quería seguir los pasos de esta mujer y continuar haciendo viva su misión".

En esa época, la Congregación tenía a su cargo tres grandes cárceles en Chile, y como postulante, la Hna. Nelly realizó su experiencia ministerial en la cárcel de Santiago. Esta fue su primera experiencia de trabajo con mujeres en prisión, durante ese año la dirección de su camino se hizo clara para ella.

Fue un viaje vital que acabó llevando a la Hermana Nelly a fundar en Chile la Fundación Mujer Levántate, que ofrece apoyo y formación a las mujeres durante su detención y las ayuda a reintegrarse en la sociedad una vez que salen de la cárcel. Tras 25 años trabajando con ellas, se la conoce cariñosamente como "Madre Nelly", y es por esta labor por la que se le concede el premio.

Tal es su amor por las mujeres que, durante la pandemia de Covid, recibió permiso para permanecer en la prisión con ellas. "Se me encogió el corazón para que las mujeres supieran que se las quería incondicionalmente, sin juzgar los errores que pudieran haber cometido. Me sentí obligada a hacerlas conscientes de su dignidad, a hacerles saber que alguien había decidido estar allí con ellas, acompañándolas en esos momentos de incertidumbre".

Durante esos 18 meses de cuarentena, la vocación de la Hna. Nelly se fortaleció y cada vez estaba más segura de que había sido llamada para este fin. "Todos buscamos cuidarnos y proteger nuestras vidas, pero yo me di cuenta de que, para cuidarme a mí misma, tenía que cuidar a los demás y ocuparme de los demás", describió.

Como organización que sobrevive enteramente de donaciones y actividades de recaudación de fondos, la Hna. Nelly y su equipo se sienten aliviados de que el medio millón de dólares concedido a la fundación asegure su futuro y ofrezca nuevas e interesantes oportunidades. "Queremos mejorar la calidad de vida de las mujeres de la cárcel", explica, "haciendo algunas pequeñas reformas y luego intentar insertar el proyecto en otras ciudades de Chile".

Tras la ceremonia del 5 de febrero de 2024 en el Monumento al Fundador en Abu Dhabi, la Hna. Nelly realizó una visita al Equipo de Liderazgo Congregacional en Roma. También se reunió con embajadores de toda América Latina en la Embajada de Chile ante la Santa Sede. En esa reunión, se ofreció a compartir el plan del proyecto y los conocimientos técnicos del equipo para que su trabajo único pueda reproducirse en otros países de América Latina y lograr resultados positivos para las mujeres de toda la región. Así mismo, está dispuesta a "compartir lo aprendido con otros miembros de la Congregación para que el proyecto pueda ser implementado donde las hermanas o partners en misión identifiquen la necesidad".

La Hna. Nelly habló de cómo estas últimas siete semanas han sido un torbellino emocional de emoción y de cómo siente que sus pies "aún no han tocado el suelo". Ahora bien, al volver a casa y su apostolado con las mujeres describe algo muy hermoso que le ocurrió: "Me di cuenta de que lo que ocurrió fue una experiencia maravillosa, pero no es mi mundo, yo pertenezco aquí, a mi mundo, a mi comunidad, a mi misión. Esto es lo que me llena y me da sentido-esto es lo que me hace feliz".