Un símbolo de celo: mi historia, identidad y raíces

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Un símbolo de celo: mi historia, identidad y raíces

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Por: Hna. Helena Panzo, Luanda, Angola (Sector de Angola/Mozambique)

En el Día Mundial del Tatuaje, la hermana Helena Panzo, de Angola, comparte su testimonio personal sobre cómo, a pesar de enfrentarse al juicio de los demás, decidió aceptar su tatuaje como parte de su identidad, lo que refleja la resiliencia que nosotros, en la comunidad del Buen Pastor, integramos en nuestra misión de aceptación y compasión.

 

Cuando tenía 14 años en el 6° gradoª , Una broma escolar llevó a mis compañeros de clase a tatuarse los nombres de los demás en los brazos brazos con cascarillas de frijol. Como me sentía presionada por mis compañeros, les permití escribir mi nombre en mi brazo en honor de mi abuelo, quien me había bautizado, aunque no di mi consentimiento total.

Ellos intentaron escribir mi nombre completo, Helena Paulina (‘Helena’ en memoria de Santa Helena, madre del emperador Constantino y descubridor de la Vera Cruz, y ‘Paulina’ como el apellido de la familia), pero como pero como me resistía tanto, solo consiguieron escribir el diminutivo «Helen Pole».

Crecí llevando esta marca, y no era consciente de que en otros lugares esto sería visto como inapropiado y fuera de tono con las normas sociales. Cuando dejé mi pueblo de Damba en la Provincia de Uíge para entrar con las Hermanas del Buen Pastor como postulante, me enfrenté a juicios críticos , algo que continuo hasta mi vida adulta.

El nombre de “Helen Pole” en mi brazo, que parecía trivial en mi adolescencia; se convirtió en un tema de curiosidad constante y preguntas de mis hermanas, quienes querían saber cómo llegué a tener este tatuaje. Sus preguntas repetidas me causaban un profundo sufrimiento: me sentía estigmatizada, no solo por el tatuaje, sino también por un complejo de inferioridad, porque sentía juzgada constantemente.

 

Este conflicto interno me llevó a confrontar mi historia personal y mi niñez difícil. En los años recientes decidí eliminar el tatuaje a causa de los complejos, la tristeza, el rechazo y la crítica habían causado en mi a través de los años. Sin embargo, gracias al acompañamiento y la orientación que recibí, percibí que no debía hacerlo. Llegué a comprender que los nombres grabados en mi brazo eran marcas indelebles: contenían la historia de mi vida, mi identidad y mis raíces.

Entonces, en su lugar emprendí un proceso de aceptación, integrando el tatuaje como parte de mi identidad y reimaginando mi hermosa historia personal. Sobre todo, nada supera el regalo de mi vocación ,un corazón lleno de celo por los mas desfavorecidos.

Hoy, este tatuaje me hace sentir profundamente conectada con todos aquellos que sufren maltrato social, rechazo, discriminación y se sienten juzgados, y al mismo tiempo me siento en gran comunión con nuestra fundadora Santa María Eufrasia, quien incansablemente tendió la mando a los excluidos de la sociedad.

 

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