Por Hna. Jernifer Kay Thi Kyaw, Provincia Asia del Este

El país lleva más de cuatro años en estado de emergencia. Nadie se atreve a preguntar: “¿Cuándo acabará esto?”. Perdemos una parte de nosotros mismos a medida que pasan los días, los meses y los años. Cuando entramos en el cuarto año, quedaba poco de nosotros. Perdimos los ojos, los oídos, la boca, las manos y las piernas. Perdimos a nuestros seres queridos por la muerte y nos quedaba poco para comer.

En medio de todas estas crisis, aún podemos sentir el corazón que late suave y dulcemente, susurrándonos“No temas, porque te he redimido, te he llamado por tu nombre, eres mío”. (Is 43,1)” (Is 43:1)

De repente, todos nos sentimos impulsados a difundir este mensaje y nuestros corazones suplican tender la mano.

Somos las hermanas de Myanmar y desde hace más de cuatro años vivimos una crisis multidimensional.

Nos complace comunicarles que hemos podido organizar un programa de 24 días para 24 jóvenes de cinco diócesis diferentes de Myanmar. Aunque hubo muchos retos, el programa concluyó con éxito el 24 de abril, fiesta de nuestra querida madre fundadora, Santa María Eufrasia.

A las niñas, todas ellas afectadas por la crisis, se les proporcionó comida y alojamiento mientras tenían la oportunidad de desarrollar habilidades de resiliencia, liderazgo y aprender nuevos conocimientos mediante actividades.

Las sesiones ofrecieron un espacio para que los participantes se relacionaran entre sí, desarrollaran un espíritu en equipo y crearan una sólida red.

Además de las actividades de aprendizaje, los ponentes invitados, las excursiones, las sesiones de informática y música, se dedicó tiempo a la meditación y el recogimiento, ¡así como a los juegos vespertinos en el jardín!

Tras 24 enriquecedores días juntas, pude vislumbrar una pequeña grieta de esperanza que me invitaba a ser lo suficientemente flexible como para dejarme moldear, entrando en esta grieta para descubrir lo maravillosamente entretejidos que estamos todos a la luz de nuestras diferencias, como la raza, el sexo, la edad, etc. Todos tenemos sed de paz, justicia, amor y alegría. Eso es suficiente y ese es el punto de encuentro con Jesús.

Les deseamos a las chicas lo mejor mientras vuelven a enfrentarse a las trágicas circunstancias de la realidad del mundo que les ha tocado vivir con una mirada nueva y un corazón renovado. Esperamos con anticipación ver las repercusiones del programa a largo plazo.

Que nunca olviden las palabras de Santa María Eufrasia:“Si nos amamos unas a otras y si nos sostenemos unas a otras, ¡seremos capaces de obrar maravillas!”.”.