Por Sugandha Gupta, Defensora de las Niñas de Good Shepherd
Sugandha Gupta comparte su trayectoria como Defensora de las Niñas con el Grupo de Trabajo sobre Niñas, ilustrando cómo amplificar las voces de las niñas —desde campañas en redes sociales hasta plataformas globales— puede impulsar un cambio real y recordarle al mundo que cuando las niñas hablan, se actúa.
Cuando me uní al Grupo de Trabajo sobre Niñas (WGG), entré en una comunidad global de agentes de cambio, todos unidos por un mismo objetivo: amplificar las voces de las niñas en todo el mundo. Me uní al equipo de promoción digital para la campaña del Día Internacional de la Niña 2025, y desde el principio, quedó claro que no se trataba solo de publicar gráficos atractivos o hashtags de tendencia.
¡Se trataba de crear un impacto real, incómodo y necesario!
Nuestra campaña se centró en voces valientes, chicas que se atrevieron a decir la verdad sobre cómo es crecer cuando no se garantizan tus derechos. Destacamos historias sobre sobre matrimonio infantil, violencia de género, explotación en línea y el silencio que viven tantas niñas.
Trabajé en la creación de publicaciones, pie de foto y elementos visuales que hicieron que la gente dejara de seguir leyendo.
Y entre las reuniones de planificación, las ediciones de diseño y las interminables reescrituras, me di cuenta de algo profundo: la defensa no se trata de hablar por los demás; se trata de crear un espacio para que puedan hablar por sí mismas.
También tuve la oportunidad de realizar una intervención en video sobre la inversión en la salud mental de las niñas en el Consejo de Derechos Humanos en Ginebra, algo de lo que siempre he sentido que no se habla lo suficiente, ni siquiera en la defensa global. No fue una actuación. No estaba escrito para sonar perfecto. Era solo yo, una niña como millones de otras, hablando de lo que se siente crecer en un mundo que te presiona constantemente, pero rara vez protege tu bienestar mental.
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Hablé de cómo las niñas cargan con cargas invisibles, desde expectativas poco realistas hasta el trauma de la violencia, o simplemente el hecho de que nunca se las considere suficientes. Quería recordarles a los líderes que la salud mental no es un tema secundario. Es la base de todo : educación, seguridad, igualdad, ambición.
Ver mis palabras resonar en esa sala, sabiendo que llegaban a diplomáticos, organizaciones y tomadores de decisiones, fue surrealista. Pero más que orgullo, sentí una especie de responsabilidad. Un recordatorio de que la defensa no termina cuando la cámara deja de grabar.
Ambas experiencias —trabajar con WGG y hablar en la ONU— me enseñaron que las niñas no necesitan permiso para liderar. Ya lo somos. Nuestras voces tienen poder, un poder real e innegable.
Y eso es lo que llevo conmigo ahora: la convicción de que el cambio comienza cuando hablamos con valentía y sinceridad, sin importar cuán grande o pequeña sea la plataforma.
Porque cuando las niñas hablan, el mundo no solo escucha. ¡Comienza a moverse!
