En Tus Manos Encomiendo Mi Espíritu

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Este Domingo de Pascua, nuestra reflexión final sobre las 'siete últimas palabras' pronunciadas por Jesús desde la Cruz recuerda las palabras finales de Jesús, "En Tus Manos Encomiendo Mi Espíritu«; escrito por Hna. Mary Edith Olaguer, Consejera Congregacional.

‘Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.’ (Lucas 23:46)

Por la noche, cuando me acuesto, soy de los que se duermen incluso antes de que la cabeza toque la almohada. Pero hay un momento, quizás un nano segundo, en el que mis ojos miran a Dios y murmuro: Buenas noches.

Si pudiera abrir ese segundo de conciencia, ¿qué vería? Tal vez la confianza que es como un zorro descansando en el tronco de un árbol sabiendo que pertenece a un universo maternal. Está dormido incluso antes de meterse en su madriguera, o la confianza como la del gorrión, que encuentra un nido donde puede poner a sus crías -- y el Salmo 84 dice – sobre tus altares, oh Dios. En otras palabras, la Tierra, donde vivimos, es la morada de Dios, y si nos fijamos, un lugar de encuentro, de cercanía con Dios. Es decir, mi cabeza adormecida y mi corazón reflexivo también soy yo la morada de Dios.

Según Lucas, las últimas palabras de Jesús en la Cruz fueron: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Si es cierto que morimos como hemos vivido, ¿qué nos permitirá entregarnos a Aquel que nos hizo cuando llegue el momento de hacerlo? La práctica de decir Buenas Noches (y Buenos Días)... y tal vez un par de Saludos intercalados a lo largo del día -a Aquel que nos mira con una consideración incondicional y con un Amor tan tierno- seguramente puede ayudarnos.

En los sábados santos de la vida, cuando no tenemos el control, cuando estamos en un aprieto y sólo nos queda la tumba, ¿cómo se afronta la vida? Saber que la ayuda vendrá, ESPERAR en Aquel que es capaz de dar su vida y volverla a tomar, traerá un estallido de nuevo nacimiento y seremos testigos de un Dios VIVO y muy cercano. La ESPERANZA en la Resurrección de la mañana brota eterna, así que, aunque sea de noche, en un nano segundo de conciencia uno puede rezar: Padre, en tus manos me entrego.

En paz me acuesto y enseguida me duermo,

Porque sólo tú, Dios amoroso

Me haces sentir a salvo y seguro.

(Psalm 4)

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