Aguchita: Un profeta de la paz que nunca se rindió

Aguchita: Un profeta de la paz que nunca se rindió

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Del Centro Congregacional de Espiritualidad, Angers, Francia

El 13º de junio festejaremos el aniversario 105 del nacimiento de Aguchita, una “mujer sencilla, nacida en el rincón de los muertos, en Ayacucho, nos llega un testimonio de vida. De la vida que procede del Dios a cuyo servicio dedicó todas sus fuerzas”.Gustavo Gutiérrez, 1990). Cuya formación en la fe la recibió en el seno familiar, sobre todo de su abuela materna en su pequeño pueblo Coracora - Ayacucho, en los andes del Perú.

A los 20 años abrazó la vida religiosa en la congregación Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor. Desde su ingreso a la congregación deseaba ardientemente ser misionera en la selva. A sus 70 años, después de una fructífera vida religiosa en múltiples servicios, fue enviada a La Florida, en la selva peruana, para formar parte de la nueva comunidad que se había creado recientemente. Su deseo más entrañable se había concretizado.

Lamentablemente, el país atravesaba uno de los momentos más críticos de la historia: el conflicto armado interno. Fueron 20 años de terror, frente a lo cual la iglesia Documento final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (2003), “desempeñó un importante papel de acompañamiento y protección de los peruanos golpeados por la violencia de las organizaciones subversivas y de las fuerzas de seguridad del Estado. Fue en numerosas regiones del país una voz de denuncia de los crímenes y las violaciones de los derechos humanos y proclamó y defendió el valor de la vida y la dignidad de la persona.”

Aunque pueda parecer paradójico, el día de su martirio, el 27º de setiembre de 1990, fue acusada y asesinada “por promover de paz, por distribuir alimentos…'', lo que evidencia el impacto de su legado como una mujer que, a través de sus palabras y acciones, buscaba promover la paz.

Hoy, su testimonio de fidelidad a Dios en los momentos más difíciles nos inspira a permanecer en el AMOR, a creer firmemente que ““la esperanza que no defrauda” (Rm 5,5) y a no normalizar la muerte de tantas víctimas en Palestina, Ucrania, África, en la Amazonía, etc., en muchos otros lugares que desconocemos.

Por tanto, recordar un año más de su nacimiento, nos permite reconocer cómo ella se ha dejado guiar por su corazón a lugares insospechados por el Dios que tanto amó y que se dejó amar. Su trato humano y sencillo a todas las personas sin excepción, su generosidad sin medida, su sonrisa apacible, su fidelidad a la misión confiada, su cuidado de la creación … son pruebas palpables de qué estaba colmado su corazón, "el lugar de la sinceridad, donde no se puede engañar ni disimular. Suele indicar las verdaderas intenciones, lo que uno realmente piensa, cree y quiere, los “secretos” que a nadie dice y, en definitiva, la propia verdad desnuda. Se trata de aquello que no es apariencia o mentira sino auténtico, real, enteramente propio”.

En el contexto actual, nos enfrentados a desafíos que requieren de nuestra capacidad de ser profetas de la paz, como lo fue en su momento Aguchita. Si bien es cierto que nos enfrentamos a desafíos desalentadores, es crucial reconocer que solo en Dios encontramos la fortaleza necesaria para enfrentar las adversidades y mantener viva la esperanza de construir un mundo más justo y solidario para toda la humanidad; y esta esperanza nos anima a no rendirnos.

Hoy día, Aguchita nos diría: NO TE RINDAS

"No te rindas, aún estás a tiempo

de alcanzar y comenzar de nuevo,

aceptar tus sombras,

enterrar tus miedos,

liberar el lastre,

retomar el vuelo.

 

No te rindas que la vida es eso,

continuar el viaje,

perseguir tus sueños,

destrabar el tiempo,

correr los escombros,

y destapar el cielo.

 

No te rindas, por favor no cedas,

aunque el frío queme,

aunque el miedo muerda,

aunque el sol se esconda,

y se calle el viento,

aún hay fuego en tu alma

aún hay vida en tus sueños.

 

Porque la vida es tuya

y tuyo también el deseo.

Porque lo has querido y porque te quiero.

Porque existe el vino y el amor, es cierto.

Porque no hay heridas que no cure el tiempo.

 

Abrir las puertas,

quitar los cerrojos,

abandonar las murallas que te protegieron,

vivir la vida y aceptar el reto,

recuperar la risa,

ensayar un canto,

bajar la guardia y extender las manos,

desplegar las alas,

e intentar de nuevo,

 

No te rindas, por favor no cedas,

aunque el frío queme,

aunque el miedo muerda,

aunque el sol se ponga y se calle el viento,

aún hay fuego en tu alma,

aún hay vida en tus sueños.”

(Guillermo Mayer)

 

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